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Zinc, calcio y vitamina D: la tríada que garantiza el sano crecimiento

Durante la infancia y la adolescencia, el cuerpo humano atraviesa un proceso de construcción acelerada. Huesos, músculos, tejidos y órganos se desarrollan a un ritmo intenso, y para que este crecimiento se dé de manera adecuada, es indispensable un aporte nutricional balanceado. En este proceso, ciertos nutrientes, no solo son útiles, sino imprescindibles: entre ellos, el zinc, el calcio y la vitamina D forman un trío insustituible.

Aunque muchas veces se habla de las proteínas o del hierro como claves del desarrollo infantil, la combinación de estos tres micronutrientes, zinc, calcio y vitamina D, cumple un papel estructural, metabólico e inmunológico que sostiene el sano crecimiento a corto y largo plazo. Entender su función individual y su efecto combinado permite detectar deficiencias a tiempo y fortalecer la salud infantil desde sus cimientos.

El calcio: esencial en el desarrollo óseo

El calcio es el mineral más abundante del organismo humano. Su rol central es participar en la formación y mantenimiento del sistema óseo, ya que el 99% del calcio corporal se encuentra en huesos y dientes. Durante la infancia, cuando los huesos están en pleno proceso de alargamiento y densificación, la demanda de este mineral es especialmente alta.

Además de su función estructural, el calcio interviene en otras funciones vitales como la contracción muscular, la transmisión nerviosa y la coagulación sanguínea. Por ello, una deficiencia de calcio no solo impacta en el crecimiento, sino también en el bienestar general del niño o adolescente.

Requerimientos y fuentes dietéticas de calcio

Las necesidades diarias de calcio varían con la edad. En líneas generales, niños de entre 4 y 8 años requieren cerca de 1.000 mg diarios, mientras que adolescentes pueden necesitar hasta 1.300 mg al día. Esta cantidad se puede alcanzar a través de una alimentación equilibrada que incluya:

  • Productos lácteos (leche, yogur, queso)
  • Vegetales de hoja verde (espinaca, acelga, kale)
  • Tofu y alimentos fortificados con calcio
  • Frutos secos como almendras o nueces
  • Pescados como sardinas y salmón con espinas comestibles

El calcio proveniente de los lácteos es altamente biodisponible, lo que significa que el cuerpo lo absorbe con mayor eficacia. Sin embargo, incluso con una dieta rica en calcio, su aprovechamiento depende en gran parte de los niveles adecuados de vitamina D.

Consecuencias de la deficiencia de calcio

Cuando el cuerpo no recibe suficiente calcio, recurre a sus reservas óseas para mantener las funciones esenciales. Esto debilita la estructura ósea y aumenta el riesgo de fracturas, raquitismo, dentición deficiente y crecimiento lento. En etapas más avanzadas puede derivar en problemas metabólicos o cardíacos.

El consumo adecuado de calcio en la infancia es una inversión directa en la salud ósea del adulto. Un buen “pico” de masa ósea durante las primeras décadas de vida reduce considerablemente el riesgo de osteoporosis y fracturas en la vejez.

La vitamina D: la llave maestra para absorber el calcio

La vitamina D destaca entre los nutrientes esenciales por su capacidad única: el cuerpo puede sintetizarla a través de la piel cuando se expone a la luz solar. Esta propiedad convierte a la vitamina D en algo más que una simple vitamina; actúa regulando múltiples funciones vitales, siendo la principal la facilitación de la absorción intestinal del calcio.

Sin suficiente vitamina D, aunque se consuma calcio en abundancia, este no puede ser correctamente absorbido por el intestino ni depositado en los huesos. Por tanto, su presencia es crucial para una mineralización ósea efectiva y para evitar enfermedades relacionadas con la debilidad esquelética.

Requerimientos y fuentes de vitamina D

Las necesidades de vitamina D cambian con la edad y el contexto. En la infancia y adolescencia, se recomienda una ingesta de aproximadamente 600 UI (unidades internacionales) por día. Sin embargo, estas cifras pueden ser mayores en zonas con poca luz solar, en personas con piel más oscura, en quienes utilizan bloqueadores solares de forma habitual o en aquellos con escasa exposición al aire libre.

Las fuentes dietéticas de vitamina D son limitadas, lo que hace especialmente relevante la síntesis cutánea. Algunos alimentos que aportan vitamina D son:

  • Pescados grasos como salmón, atún y caballa
  • Yema de huevo
  • Hígado de res
  • Hongos expuestos a luz ultravioleta
  • Leches, cereales y jugos fortificados

En caso de que la dieta por sí sola no cubra las necesidades diarias, se recomienda la suplementación; los grupos de mayor riesgo son los lactantes, niños con piel oscura o adolescentes que no se exponen lo suficiente al sol.

Signos de deficiencia y riesgos en la infancia

La falta de vitamina D en niños puede provocar raquitismo, una enfermedad caracterizada por huesos blandos y deformes, dolor muscular, debilidad e incluso retraso en el desarrollo motor. En adolescentes, la deficiencia puede derivar en fatiga crónica, dolor óseo y mayor riesgo de fracturas.

Pero la vitamina D no solo actúa a nivel óseo. También modula el sistema inmunológico, regula la inflamación y se ha asociado con menor incidencia de infecciones, sobre todo respiratorias. Su deficiencia puede aumentar la susceptibilidad a enfermedades comunes y alterar la respuesta inmune del organismo en desarrollo.

La prevención, en este caso, es más efectiva que el tratamiento. Asegurar una adecuada exposición solar controlada, una dieta variada y suplementación cuando sea necesario, evita consecuencias que pueden afectar el bienestar global del niño.

El zinc: el motor oculto del crecimiento celular

El zinc es un mineral esencial en el desarrollo infantil. Participa en más de 300 procesos enzimáticos del cuerpo humano y su rol es especialmente relevante en etapas de rápido crecimiento, como la infancia y la adolescencia, ya que interviene en la síntesis de ADN, la división celular, la cicatrización de tejidos y el fortalecimiento del sistema inmune.

A diferencia del calcio, el zinc no se almacena en grandes cantidades en el cuerpo, lo que significa que su aporte debe ser constante. Incluso pequeñas deficiencias pueden afectar el desarrollo físico y cognitivo, así como la capacidad de defensa frente a infecciones.

Requerimientos y fuentes de zinc

Los requerimientos diarios de zinc para niños varían entre 3 y 11 mg según la edad y el sexo. Las dietas vegetarianas o veganas deben ser cuidadosamente planificadas, ya que los fitatos presentes en cereales y legumbres pueden reducir la absorción de zinc. En estos casos, se recomienda remojar, fermentar o germinar los alimentos para mejorar su biodisponibilidad.

El zinc se encuentra principalmente en alimentos de origen animal, aunque también puede obtenerse de fuentes vegetales si se manipulan adecuadamente. Algunas de las principales fuentes dietéticas son:

  • Carnes rojas y blancas
  • Mariscos, especialmente ostras
  • Huevos
  • Legumbres como lentejas, garbanzos y frijoles
  • Nueces y semillas
  • Cereales integrales y algunos productos fortificados

Deficiencia de zinc y sus consecuencias

A diferencia de otras carencias nutricionales que presentan síntomas evidentes, la deficiencia de zinc suele pasar desapercibida al inicio. Sin embargo, sus consecuencias son profundas: retraso en el crecimiento, pérdida de apetito, piel reseca o irritada, debilidad inmunológica, alteraciones del gusto y el olfato, y dificultad para cicatrizar heridas.

En niños con infecciones recurrentes, retraso en el crecimiento o cicatrización, es fundamental evaluar la posibilidad de una deficiencia de zinc. La suplementación en estos casos ha demostrado acelerar el crecimiento, mejorar la respuesta inmune y reducir la duración de enfermedades comunes.

El zinc no es solo un mineral más: es un regulador silencioso del desarrollo infantil. Asegurar su presencia en la dieta diaria es una estrategia poderosa y poco costosa para mejorar la salud infantil de forma integral.

Una sinergia vital: cómo zinc, calcio y vitamina D trabajan juntos

Aunque cada uno de estos nutrientes cumple funciones específicas, su impacto en el crecimiento infantil es mayor cuando actúan en conjunto. No se trata de tres elementos aislados, sino de una triada con una relación metabólica y fisiológica estrecha, cuyo equilibrio determina buena parte del desarrollo corporal.

La vitamina D potencia la absorción de calcio en el intestino, facilitando su llegada al sistema óseo, donde se deposita y fortalece los huesos en crecimiento. Sin vitamina D, gran parte del calcio consumido no se aprovecha. A su vez, el zinc interviene indirectamente en este proceso, ya que su presencia adecuada regula la actividad de enzimas que participan en la síntesis de proteínas como el colágeno que mantiene la estructura ósea.

Además, los tres nutrientes contribuyen al sistema inmunológico. El calcio participa en la activación de células inmunes como los linfocitos T, la vitamina D modula la respuesta inmune y el zinc promueve la regeneración celular tras infecciones. Su déficit conjunto se asocia con mayor frecuencia de enfermedades.

Cuando se asegura un aporte balanceado de estos tres elementos durante la infancia y la adolescencia, se favorece un crecimiento armónico, una estructura ósea fuerte, una respuesta inmune eficiente y un desarrollo psicomotor adecuado. De allí la importancia de pensar en ellos no como suplementos ocasionales, sino como componentes constantes y estratégicos de la dieta cotidiana.

Estrategias prácticas para integrar esta tríada en la vida diaria

Incorporar zinc, calcio y vitamina D en la rutina familiar no requiere productos sofisticados ni recetas complicadas. A menudo, se trata de optimizar recursos accesibles, diversificar fuentes alimentarias y adoptar pequeñas acciones sostenidas en el tiempo. Algunas estrategias clave incluyen:

  • Ofrecer variedad de alimentos ricos en micronutrientes en todas las comidas: lácteos, legumbres, semillas, carnes magras, pescados y vegetales de hoja verde.
  • Fomentar la exposición solar controlada todos los días, preferiblemente en las mañanas, para favorecer la síntesis de vitamina D.
  • Optar por alimentos fortificados como leche, vegetales, cereales y productos infantiles que contengan calcio o vitamina D añadida.
  • Evitar ultra procesados en exceso, ya que aportan calorías vacías y pueden interferir con la absorción de minerales.
  • Consultar regularmente al pediatra o nutricionista, especialmente si el niño presenta síntomas de fatiga, bajo peso, crecimiento lento o enfermedades frecuentes.
  • Educar en casa sobre la importancia de los nutrientes, involucrando a los más pequeños en la compra y preparación de alimentos saludables.

Estas decisiones, aparentemente simples, tienen un impacto profundo y duradero. Alimentar adecuadamente no es solo cubrir el hambre, sino construir —día a día— una base de salud sólida sobre la que crecerán los logros, la vitalidad y el bienestar del niño.

La importancia de mantener el equilibrio adecuado entre los tres nutrientes

Un punto clave en el crecimiento saludable infantil es que el equilibrio entre zinc, calcio y vitamina D es tan importante como su cantidad individual. Las fuentes científicas coinciden en que la interacción entre estos micronutrientes puede potenciar, o interferir, en su absorción y función biológica.

Por ejemplo, la vitamina D no solo favorece la absorción intestinal del calcio, sino que también aumenta la reabsorción de calcio en los riñones y regula su depósito en los huesos. Si hay déficit de vitamina D, aunque la dieta tenga suficiente calcio, el organismo no podrá utilizarlo eficazmente.

Un crecimiento con cimientos firmes

El sano desarrollo de un niño no depende de fórmulas milagrosas, sino de una combinación coherente de factores donde la nutrición ocupa un lugar central. El zinc, el calcio y la vitamina D son piezas fundamentales de este engranaje: sin ellas, el crecimiento puede ralentizarse, los huesos debilitarse y las defensas decaer.

Por el contrario, una dieta rica en estos tres micronutrientes fortalece el esqueleto, impulsa el desarrollo celular y activa el sistema inmune, generando un círculo virtuoso de salud. Este equilibrio no solo se traduce en centímetros y energía: también se refleja en el autoestima, el rendimiento escolar y la calidad de vida.

Fomentar desde la infancia el consumo consciente de estos nutrientes es una inversión en salud que dará frutos por décadas. Al comprender su valor y facilitar su presencia en el día a día, padres, cuidadores y profesionales de salud están sembrando una generación más fuerte, más sana y preparada para enfrentar el futuro.

Fuentes:

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